LA CELEBRACIÓN DE LA DIVINA LITURGIA
En su diario “Mi vida en Cristo”, San Juan escribió algunas reflexiones sobre la liturgia.
Para él, la divina liturgia es la comida, la mesa de amor de Dios para los hombres. Sobre el Cordero, en la santa patena, todos, en aquel momento, están presentes, los vivos y los muertos, los Santos y los pecadores, la iglesia triunfante y la iglesia luchadora.
“Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7, 16), por los frutos benditos, suaves y vivificadores de la liturgia – de los santos misterios del Cuerpo y de la Sangre del Señor – reconocerás que ella es de Dios, inspiración del Espíritu divino, y que el Espíritu Santo vivificador respira en todas esas oraciones, en todos esos ritos sagrados.
¡Qué maravilloso árbol de vida es la liturgia! ¡Qué hojas tiene y que frutos lleva! No solamente los frutos sino también “las hojas del árbol eran saludables para las naciones” (Ap. 22, 2). Porque, ¿quién no ha experimentado en su alma un gran beneficio espiritual, la paz y la beatitud, sólo por haber asistido con devoción a la divina liturgia? El que lleva buenos frutos es bueno en sí mismo; es una ley de la naturaleza.
Todos los que participan de los servicios de la Iglesia Ortodoxa, todos los que estudian la liturgia, deben recordar bien que el oficio divino, aquí en la tierra, es una preparación al oficio divino en el cielo; que si servimos a Dios con nuestro cuerpo, es aun más necesario servirlo con nuestra alma y con un corazón puro; que, escuchando el oficio divino, hay que aprender a servir a Dios como lo sirvieron los santos, cuya vida, obra de fe, de esperanza y de amor escuchamos proclamar; que Dios debe ser servido, ante todo, en actos y en verdad, y no solamente por palabras y por la lengua.
Estamos convocados a servir a Dios con todo nuestro ser: si nos ponemos de pie, es para poder siempre fijar los ojos sobre Dios, agradecerle y glorificarle; nuestra inteligencia, nuestro corazón, nuestra voluntad, todos nuestros sentimientos nos fueron dados para el mismo fin.
¡Oh, cuantos estamos atados a las cosas terrenales! No queremos aun consagrar una hora a Dios. Incluso cuando estamos en la liturgia, nos permitimos pensar y soñar con cosas terrenales, y, a veces, lamentablemente, tenemos hasta varios iconos impuros, mientras que deberíamos rezar piadosamente, meditar frecuentemente el sacramento, desear fervientemente estar purificado, santificado, iluminado y fortificado en la vida cristiana y cumplir con los mandamientos de Cristo; y rezar para los vivos y los muertos.
Porque la liturgia es un sacrificio para apaciguar, de acción de gracia, de alabanza y de intercesión.
¡Qué grandiosa es la liturgia! Se hace memoria no de la vida de un gran hombre, sino de Dios que se encarnó, sufrió y murió por y para nosotros, resucitó, subió al cielo y volverá para juzgar al mundo entero.
Amén.
BENDECIDOS SEAMOS EN SU AMOR AL PODER EN SU MEMORIA COMO SACERDOTES PERPETUAR ESTE SANTO SACRIFICIO DE AMOR….